Tabaré Rivero
Pablo Russo y Lucas Rodríguez Perea/El Furgón* – Tabaré Rivero -uno de los precursores fundamentales del rock uruguayo post dictadura- se hunde en esta charla para hablar sobre su música, la escena del rock y la murga en Uruguay, y de cómo ser un trabajador de la cultura.
Es una tarde de principios de mayo en la que Tabaré Rivero hace una pausa en la prueba de sonido. Todavía no tiene puesto el overol con el que saldrá al escenario esa misma noche, aunque ya retoca la lista de temas que incluye un repaso de estos 25 años y varias canciones de Cabarute, el último de los once discos de la banda. Sabe que contará con Sergio Dawi como saxo invitado y que, por esta vez, dejará de lado las interpretaciones eléctricas de clásicos de Daniel Viglietti o Violeta Parra, para homenajear a Luca Prodan con una intensa versión en castellano de “Crua chan”. En su cuarto de siglo de existencia, el grupo que lidera tuvo distintas denominaciones según la época (La Tabaré Riverock Banda, Milongón Banda, Cachimbanda y, últimamente, Kabaret Banda), pero se hizo popularmente conocido simplemente como La Tabaré, esa forma de expresión que mixtura instrumentos musicales (casi siempre) eléctricos, con una búsqueda poético-ideológica y una fuerte presencia de expresión teatral. De sus inicios, de la movida rockera uruguaya y del panorama político actual, conversamos con el pelado oriental.
–La Tabaré fue un puntal entre las bandas de rock uruguayo.
–Sí, porque empezamos en el año 85, en un momento en que el rock no existía en Uruguay. No existía porque había sido indirectamente prohibido por la dictadura. Fue lo contrario de lo que sucedió acá en Argentina. Allá había canto popular, candombe, murga… pero no había rock. Y con el asunto de sacar toda la rabia que teníamos después de tantos años de dictadura, nosotros no paramos nunca. Cuando recién la armé, fue una banda que se formó dentro de un teatro y casi por casualidad. No pensé que iba a venir gente a vernos. Hicimos un par de toques para los amigos y se agotaron las entradas, volvimos a repetir y se agotaron de nuevo. Ya en el 87 nos comimos unos cuantos fracasos, pero estábamos en la ruta, y no podíamos parar. Me había gustado mucho esto y decidí dedicarme más a la música que al teatro, aunque siempre me acompañaron actrices porque como en el Uruguay en esos tiempos no había ni pantalla gigante, ni rayos láser, ni ningún efecto mega, nosotros teníamos que suplir esa parafernalia de los conciertos a base de sangre, pulmón y esfuerzo. Y lo hacíamos con la actuación, con algunos cambios de vestuario y algunas cosas que inventábamos para no darle al público un conciertito de unos muchachos tocando y nada más.
–O sea que hacían los videoclips en vivo…
–Exactamente. Los llamábamos teatro-clips. Un actor tiene una gestualidad corporal que ayuda a que las letras se transmitan de una manera más interesante.
–¿Qué balance podés hacer de estos 25 años de La Tabaré?
–Me pasaron cosas muy hermosas que nunca pensé que me iban a pasar con la música, porque mi profesión era simplemente la de ser un actor, y cuando se me empezó a dar esto de la música lo tomé al principio como algo pasajero. Pero claro, también pasaron cosas difíciles. Llevar adelante una banda de rock en Uruguay fue muy complicado. Ahora hay una movida más rockera, pero durante mucho tiempo fuimos muy resistidos. Sobre todo porque nosotros teníamos una postura ética y estética que no agradaba a los medios de comunicación. Entonces luchamos contra viento y marea, y eso hizo que algunos músicos se hayan enemistado conmigo. Pero también hay otros que se han amigado más, y se generó una gran hermandad, con músicos que vuelven a tocar en la banda después de mucho tiempo.
–¿Cómo evaluás estos cambios en el género? Recién hablabas de una resistencia, y ahora el rock se volvió un asunto mucho más comercial.
–Cuando tenía 13 ó 14 años me gustaba aquel rocanrol que tenía una idea, que sustentaba algo. No sólo era una música con volumen, sino que además era una ruptura contra todo lo preestablecido, y con ganas de cambiar y de mejorar. Había una sociedad hipócrita, y obviamente no íbamos a cambiar el mundo con las canciones, pero íbamos a hacer un esfuerzo, e íbamos a ser parte de la balanza para que no se fuera todo para el lado contrario a nuestros pensamientos. Con el correr de los años, tengo que reconocer que perdí la batalla: el rock se fue para otro lado. Entonces digo que ahora La Tabaré es una banda que hace rock en contra del rock. Es una banda que no va a estar nunca primera en el ranking, pero que va a estar por un público con ganas de ver que hay otras posibilidades, más allá de lo que te brindan los medios masivos de comunicación como MTV o las radios híper de moda. En fin, esa es la música que me gusta hacer, no puedo hacer otro tipo de cosa, ya fui educado así, incluso teatralmente. En Uruguay existe el teatro independiente, al igual que acá, que no está hecho especialmente para estar en las grandes marquesinas del centro sino que tiene una idea que transmitir, y creo que para eso sirve el arte.
–¿Y cómo hacés para mantener el equilibrio entre estas ideas siendo que también La Tabaré se presenta, por ejemplo, en el Pilsen Rock ante 100 mil personas?
–En Uruguay las cosas son muy difíciles. En el único momento en que La Tabaré cobra y yo tengo con qué pagarle a los músicos es en el Pilsen Rock. Después tocamos y cada uno se lleva un dinerito, pero nadie se puede comprar un departamento, ni un auto, ni nada de esas cosas que un músico debería tener. A todos nos da como para llegar hasta mitad del mes con el sueldo de una banda de rock, y además tenemos que salir a trabajar en otras cosas. Yo por suerte estoy vinculado a lo artístico a través del teatro, pero han pasado músicos por la banda que después de tocar en el Pilsen Rock, donde levantaban algún dinerito, se iban a trabajar a una estación de servicio. O sea que el superstar no existe en Montevideo, y creo que de última si a mí en el Pilsen Rock me dijeran “no cantes tal letra o no digas tal cosa”, no voy, pero yo me presento y digo y hago lo que se me canta.
–¿Creés que la movida rockera uruguaya que se está dando en Buenos Aires, con La Vela Puerca, El cuarteto de nos o No te va a gustar, los puede beneficiar a ustedes?
–Supongo que sí, de alguna manera nos puede beneficiar como también nosotros hemos beneficiado a los demás viniendo desde el año 2000 hasta el 2005. También abrimos algunas puertas para estas bandas, de las cuales algunas son muy amigas mías y me alegra mucho que les esté yendo bien. Creo que todos nos beneficiamos. Esto de cruzar fronteras está buenísimo, pero el beneficio es simplemente saber que acá nos va a escuchar otro tipo de público y que vamos a poder compartir una experiencia que en Montevideo ya sabemos cómo es y acá no. Esa incógnita, ese signo de interrogación que se presenta al tocar La Tabaré en un lugar que no conocemos es lo divertido, pero no pensamos sacar beneficio económico ni llegar a ser famoso. Por una cuestión de edad además: ya estoy muy grande. Hace 25 años quizás si me preguntaban si quería ser una megaestrella acá en Buenos Aires hubiese dicho que sí, no lo sé. Pero ahora no quiero ninguna de esas cosas, es más, me gusta mucho caminar por Buenos Aires y que nadie me conozca, cosa que en Montevideo no puedo hacer.
–Hablando de la edad: naciste en 1957, y seguramente tus referencias musicales a la hora de tu formación difieren de la de otros músicos más jóvenes que te acompañan en la banda. ¿Cómo convive todo esto en La Tabaré?
–Por un lado, yo quiero que La Tabaré sea una banda aunque tenga mi nombre, eso lo puse para jorobar, no pensé que fuera a durar tanto. Si me hubiese imaginado que iba a durar 25 años, no le hubiera puesto mi nombre de ninguna manera. Entonces claro, en aquel momento los músicos que me acompañaban eran más o menos de mi edad y compartíamos aquella música de los años 80 y de las décadas anteriores. Pero después he tenido que compartir la banda con, por ejemplo, el bajista que está ahora (Martín García) que tiene 25 años. Si le hablo de la movida de Woodstock o de la movida de Manal y Almendra, que a mí me quemó mucho la cabeza, él no tiene idea ni tampoco le interesa demasiado, pero creo que se complementa una cosa con la otra. No solamente es la diferencia de edad, también es el modo de sentir la música o el arte. Además venimos todos de barrios distintos, unos de barrios más pudientes, otros de barrios más marginales, con distintas cantidades de libros leídos en estos años, entonces todo ese complemento hace que La Tabaré sea una banda muy rara. Sin embargo, yo insisto en que sea una banda, no quiero ser un solista con músicos que me acompañen. Les estoy diciendo a los músicos no solamente que tengan su lugar de protagonismo en el escenario, sino que además les estoy pidiendo opiniones y permisos constantemente, a ver si les gusta o no lo que les propongo. Cuando entre todos tratamos de mostrarle al público lo que hacemos, me siento más protegido, sino me sentiría muy solo. Las veces que me tocó estar con la guitarra solito ahí en el escenario y después irme a mi casa, no tuve con quien festejar, y no es lo que más me gusta.
–¿Cuáles son las lecturas políticas que te marcaron?
–He leído de todo, hasta trabajé en una biblioteca durante mucho tiempo. Creo que lo que más me marcó una lectura política son los libros que me hacían leer en dictadura, que eran absolutamente mentirosos y opuestos a lo que era la realidad. El comprobar lo que me obligaban a estudiar con lo que en realidad yo sabía que estaba pasando fue lo que más me marcó. Pero también Eduardo Galeano, Mario Benedetti y Samuel Blixen, me parecen autores que siempre a uno le informan y lo forman en una idea de pensamiento.
–Además de actor, compositor, cantante y director de teatro, también editaste el libro de poesías Caso en Dispax (Artefato, 2004) ¿Cuáles son tus influencias en relación con la poesía?
–Vuelvo a nombrarte a Benedetti, aunque hoy por hoy es un poeta que está intentando ser defenestrado por una juventud más posmoderna, o pos-posmoderna, vaya uno a saber. Para mí es un poeta que me sigue mereciendo un grandísimo respeto. Poeta y persona. Después hay una gran cantidad, desde (Washington) “el Bocha” Benavides, que ha sido musicalizado por muchos cantautores uruguayos, y también poetas jóvenes de Montevideo, como Guillermo Baltar o Vicente Campanella. Ahora, si vamos a hablar a nivel universal, te diría desde Voltaire hasta tipos que no escribieron poesía, como Paul Auster, que me conmueve cada vez que lo leo.
–En estos años pasaron muchas cosas a nivel político en Uruguay: terminó la dictadura, se sucedieron varios gobiernos democráticos, y desde hace muy poquito está gobernando el Pepe Mujica, ¿cómo ves el inicio de su gobierno?
–Yo soy un tipo al que le gustan mucho las libertades. No siempre estuve de acuerdo con elegir un gobierno, sin embargo alguien tiene que hacer lo que yo no voy a hacer, ¿verdad? Entonces, más allá de que pueda estar o no de acuerdo con que alguien me gobierne, no cabe la menor duda de que el Uruguay se ha vuelto un país mucho más querible desde hace unos cinco añitos, y que además ahora, a partir de las elecciones pasadas, por primera vez en la historia del Uruguay a la gente se la ve por la calle con una sonrisa. Quizás las cosas salgan o no salgan como están previstas, pero la gente anda más esperanzada. Se ve al Uruguay con ganas de querer ser un país, cuando en realidad no había nadie que fuera ni patriota ni chauvinista en Uruguay, era todo lo contrario, todos querían emigrar. Ahora los que emigraron quieren volver, y los que estamos empezamos a sentirnos cómodos.
*Entrevista publicada en Revista Sudestada Nº89, 2010